Excelente artículo de Enrique de Diego
Los males del comunismo no han terminado. El mayor lastre contra el mínimo de humanitarismo sigue pasando una terrible factura.
El que el mal no se haya erradicado es, en buena medida, a causa de que se pasó de puntillas por encima de los crímenes del comunismo y, literalmente, se hurtó, cuando no se vetó, la información sobre ellos y sobre todo la identificación de tan absurda y perversa ideología con las consecuencias dramáticas: más de cien millones de asesinados.
Socialistas y comunistas, primos hermanos, sostuvieron que siempre habían buscado un fin superior, pero que había habido desviaciones personales, preservando de esa manera, de forma tortuosa, el supuesto ideal, a la espera de que la pérdida de una memoria histórica, muy superficial por lo demás, llevara a que el comunismo retornara como novedad.Tal error hacía previsible el retorno, y ha sucedido en Iberoamérica.
El comunismo nunca se fue, pues sigue en China, donde se tortura y mata en la sombra y sin escándalo, en Corea del Norte, donde las hambrunas son endémicas y en el año 2000 representaron la muerte de dos millones de personas, en Cuba, donde el pueblo ha sido llevado por completo a la indigencia, frente al disfrute de una nomenclatura partidaria y militar, entrelazadas.
Y ha retornado en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, bajo fórmulas populistas que están representando un auténtico desastre para las poblaciones, de manera muy especial para la venezolana.El caso de Fidel Castro resulta muy ilustrativo respecto al itinerario de Chávez, en el sentido de que Castro no era, al principio, un comunista, era no más un pistolero de fuerte apetito de poder.
Cuando accedió a él, Castro olfateó en el ambiente el brebaje intelectual que le pudiera llevar a ampliar su poder hasta los términos más absolutos, hasta el totalitarismo, y percibió que la única ideología en el mercado que le ofrecía tal patente era el comunismo.
De la misma manera, Hugo Chávez ha recurrido al comunismo como la patraña que le permite ampliar su poder rompiendo los límites del imperio de la Ley y el Estado de Derecho.En buena medida, como biotipo, Hugo Chávez, en chusco, en hortera, en bocazas, en payaso, tiene muchas semejanzas con Mussolini, pues comparte la vanidad y la egolatría, y también la utilización del nacionalismo como elemento de su populismo.
Chávez es básicamente un fascista y sus círculos bolivarianos, con la utilización de la violencia para amedrentar y asesinar a los opositores, son en todo semejantes a los camisas negras. Pero el fascismo, herejía nacionalista del marxismo y aún más del marxismo-leninismo, es una marca en desuso, claramente desprestigiada, mientras que la del socialismo y la del comunismo no han corrido la misma suerte, así que el ansia de poder total del tirano le ha ido derivando hacia esa antigualla del comunismo, que sólo ha provocado miseria y crimen.Y es lo que está sucediendo en Venezuela.
En una de las naciones petroleras más importantes, los cortes de luz son constantes. También los de agua. La sanidad se ha venido abajo y los hospitales no son más que cascarones donde no se cura, sino que se ha vuelto a la Edad Media.
Hugo Chávez, cruel y deshumanizado, ha llevado a la carestía y al hambre al pueblo venezolano. Ahora, además, le quiere llevar a la guerra, por la simple razón de que, su completo fracaso en el interior, le lleva a buscar un enemigo exterior –en este caso, Colombia-. Nada nuevo bajo el sol, como dice el Eclesiastés, o bajo la oscura tiniebla comunista, pues incapaz de mantener los niveles de población de Venezuela, por su inutilidad y su incompetencia, sueña con diezmar y exterminar a sus ciudadanos arrojándoles al campo de batalla.
Pero el pueblo de Venezuela y los restos de decencia que restan en su Ejército no le permitirán este suicidio colectivo, esta nueva forma de sacrificios humanos que está perpetrando ese alocado y delirante indigenismo del socialismo del siglo XXI. El mismo de los campos de exterminio.
Enrique de Diego