LUDMILA VINOGRADOFF CARACAS
El presidente Hugo Chávez asegura que se siente amenazado por las bases militares de los Estados Unidos en territorio colombiano, porque, dice, podrían ser utilizadas para invadir a Venezuela y derrocarlo, como a Noriega. El síndrome del dictador panameño no lo deja dormir tranquilo.
Pero, según la analista María Teresa Romero, la congelación de relaciones bilaterales, decretada unilateralmente por Chávez, no se justifica ni por las bases militares ni por la incautación de lanzacohetes venezolanos de las FARC. Esas bases forman parte de un acuerdo de cooperación para combatir a la guerrilla y el narcotráfico. «Lo que se ha puesto de manifiesto es el incremento del tráfico de drogas y sus conexiones con la guerrilla. Nos hemos convertido en el principal puente del tráfico de estupefacientes», dice Romero a ABC.
Cuba está más cerca
Según Romero, el mandatario venezolano teme que «una mayor colaboración entre Bogotá y Washington afecte a los contactos que él tiene con las FARC y con algunos carteles de la droga». Y añade: «Chávez asume sin tapujos el síndrome de Noriega. Ése es su discurso y sus temores ocultos y yo le preguntaría: «¿Por qué hasta ahora EE.UU. no ha invadido a Cuba,que le queda más cerca?». Sin embargo, su capricho de congelar las relaciones con Bogotá nos va a salir muy caro, porque las importaciones desde Argentina encarecerán los productos».
La polémica por las bases militares es la coartada para que Chávez oculte «la caída de su popularidad tanto en lo interno como en lo externo. Viene cayendo desde hace dos años, pero se acelera desde marzo, por el fracaso de sus promesas electorales de combatir la pobreza y la inseguridad. Y ahora nos lo encontramos más pobre y corrupto por la merma de los ingresos petroleros», dice a ABC otra experta, Beatriz de Majo.
«Chávez cuenta con cuatro países para cercar a Colombia, lo que genera pasiones porque aquí residen cuatro millones de colombianos. Chávez está cavando su tumba con la radicalización de sus medidas. El descontento crece. Su muerte política está decretada. Es sólo cuestión de tiempo», señala De Majo.
El presidente Hugo Chávez asegura que se siente amenazado por las bases militares de los Estados Unidos en territorio colombiano, porque, dice, podrían ser utilizadas para invadir a Venezuela y derrocarlo, como a Noriega. El síndrome del dictador panameño no lo deja dormir tranquilo.
Pero, según la analista María Teresa Romero, la congelación de relaciones bilaterales, decretada unilateralmente por Chávez, no se justifica ni por las bases militares ni por la incautación de lanzacohetes venezolanos de las FARC. Esas bases forman parte de un acuerdo de cooperación para combatir a la guerrilla y el narcotráfico. «Lo que se ha puesto de manifiesto es el incremento del tráfico de drogas y sus conexiones con la guerrilla. Nos hemos convertido en el principal puente del tráfico de estupefacientes», dice Romero a ABC.
Cuba está más cerca
Según Romero, el mandatario venezolano teme que «una mayor colaboración entre Bogotá y Washington afecte a los contactos que él tiene con las FARC y con algunos carteles de la droga». Y añade: «Chávez asume sin tapujos el síndrome de Noriega. Ése es su discurso y sus temores ocultos y yo le preguntaría: «¿Por qué hasta ahora EE.UU. no ha invadido a Cuba,que le queda más cerca?». Sin embargo, su capricho de congelar las relaciones con Bogotá nos va a salir muy caro, porque las importaciones desde Argentina encarecerán los productos».
La polémica por las bases militares es la coartada para que Chávez oculte «la caída de su popularidad tanto en lo interno como en lo externo. Viene cayendo desde hace dos años, pero se acelera desde marzo, por el fracaso de sus promesas electorales de combatir la pobreza y la inseguridad. Y ahora nos lo encontramos más pobre y corrupto por la merma de los ingresos petroleros», dice a ABC otra experta, Beatriz de Majo.
«Chávez cuenta con cuatro países para cercar a Colombia, lo que genera pasiones porque aquí residen cuatro millones de colombianos. Chávez está cavando su tumba con la radicalización de sus medidas. El descontento crece. Su muerte política está decretada. Es sólo cuestión de tiempo», señala De Majo.
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