A cada crisis en el continente, la OEA plantea elecciones. Ha sido tradicionalmente el recurso al cual se apela para capear los temporales y dirimir los conflictos. Hacia allá enfilaron disciplinadamente los demócratas hondureños a fin de conjurar la crisis pero en este caso, incomprensiblemente, parece que la fórmula de consultar al soberano no conviene. La aparición de Zelaya, atrincherado en el pedazo de territorio que por obra de la diplomacia tienen los brasileños en Honduras, exhibe claramente la impúdica alianza de intereses que se la juegan contra el pueblo hondureño. El presidente depuesto "heroicamente" escondido y los operadores políticos del continente maniobrando para imponerlo de regreso. Honduras no está siendo tratada como una nación, sino como algo más insignificante que el patio trasero del imperio. Honduras está siendo invadida.
Los nuevos marines entraron a Honduras y embutieron a Zelaya, destituido por violentar la legalidad y señalado a causa de mil y un delitos contra la cosa pública. Zelaya es notoriamente rechazado por sus compatriotas para quienes hoy es un fardo y una vergüenza. Pero a los nuevos marines les ha bastado una embajada, un padrino, un financista, un vecino traidor, un alcahuete, un coro a rastras y un maestro de ceremonias para configurar un elenco desestabilizador, desdibujar el proceso electoral, cargarse la soberanía hondureña e introducir a Zelaya, la punta de lanza para facilitar la estrategia violenta de Chávez en ese país.
La embajada la puso Itamaratí, hasta esta escaramuza la Cancillería más prestigiosa de los alrededores. Esta complicidad podría abultarle una indeleble verruga. El padrino es Estados Unidos, una vez más equivocado de banda a banda por estos lados. El financista es Chávez, cuya influencia pasa por chequeras que hacen parpadear las virilidades. El vecino traidor es Nicaragua, país al que las volteretas de la historia podrían arrojar a los abismos del lamento eterno por este papelito. El alcahuete es Inzulsa, quien ni siquiera llegó a los treinta denarios porque le bastan los 12 votos que Hugo Chávez naricea como le da la gana en la OEA. El coro a rastras, el resto de los países que integran ese club, gracias a cuya complicidad Inzulsa anda de su cuenta. El maestro de ceremonias es Oscar Arias, quien aparentando intermediación, está sumado al perverso atropello con todos los arreos y desde un principio. Creen todos que eso escarmentará a sus pueblos, de la misma manera que creen que en el presidencialismo se agota la institucionalidad democrática.
Honduras es una vitrina que exhibe cómo actúan los nuevos marines. Ya no necesitan salir de los cuarteles, ni abordar buques de guerra, ni desembarcar echando tiros, con voluminosos morrales a la espalda y la bayoneta calada al hombro. Ahora pasan la frontera entre gallos y media noche, camuflajeados de restauradores, llenas las alforjas de más inmoralidad que una guerra convencional, llevando al lomo a un trasgresor para devolverle el poder y pagados todos por un golpista histórico que cultiva las amistades más abyectas y forajidas del planeta quien, para nuestro bochorno, resulta ser el presidente de Venezuela.
No estaría mal esforzarse en leer correctamente lo que ocurre en Honduras. Es lo que tocará a quienes pretendan sacudirse a un dictador. La soberanía, la autodeterminación de los pueblos, el imperio de la Ley... ¿a quién le importa?. Los nuevos marines están al acecho y pueden abalanzarse sobre cualquier Constitución, sin disparar un tiro y aún, disfrazar todo eso de un acto justiciero. El pueblo de Honduras no importa. Las instituciones hondureñas no importan. Los poderes hondureños no importan. Avanza la conspiración de los nuevos marines, a la cabeza de los cuales se coloca el siempre aspirante a recuperar el imperio perdido, Brasil. Detrás -con todo el control que esa posición implica- los Estados Unidos y a su lado derecho, sin disimulos que arrojen dudas, el socio capitalista, la Venezuela de Chávez. Porque nosotros, los venezolanos, estamos con los hondureños y su desigual, pero valiente lucha. Es la batalla de la dignidad contra la impudicia.-
Los nuevos marines entraron a Honduras y embutieron a Zelaya, destituido por violentar la legalidad y señalado a causa de mil y un delitos contra la cosa pública. Zelaya es notoriamente rechazado por sus compatriotas para quienes hoy es un fardo y una vergüenza. Pero a los nuevos marines les ha bastado una embajada, un padrino, un financista, un vecino traidor, un alcahuete, un coro a rastras y un maestro de ceremonias para configurar un elenco desestabilizador, desdibujar el proceso electoral, cargarse la soberanía hondureña e introducir a Zelaya, la punta de lanza para facilitar la estrategia violenta de Chávez en ese país.
La embajada la puso Itamaratí, hasta esta escaramuza la Cancillería más prestigiosa de los alrededores. Esta complicidad podría abultarle una indeleble verruga. El padrino es Estados Unidos, una vez más equivocado de banda a banda por estos lados. El financista es Chávez, cuya influencia pasa por chequeras que hacen parpadear las virilidades. El vecino traidor es Nicaragua, país al que las volteretas de la historia podrían arrojar a los abismos del lamento eterno por este papelito. El alcahuete es Inzulsa, quien ni siquiera llegó a los treinta denarios porque le bastan los 12 votos que Hugo Chávez naricea como le da la gana en la OEA. El coro a rastras, el resto de los países que integran ese club, gracias a cuya complicidad Inzulsa anda de su cuenta. El maestro de ceremonias es Oscar Arias, quien aparentando intermediación, está sumado al perverso atropello con todos los arreos y desde un principio. Creen todos que eso escarmentará a sus pueblos, de la misma manera que creen que en el presidencialismo se agota la institucionalidad democrática.
Honduras es una vitrina que exhibe cómo actúan los nuevos marines. Ya no necesitan salir de los cuarteles, ni abordar buques de guerra, ni desembarcar echando tiros, con voluminosos morrales a la espalda y la bayoneta calada al hombro. Ahora pasan la frontera entre gallos y media noche, camuflajeados de restauradores, llenas las alforjas de más inmoralidad que una guerra convencional, llevando al lomo a un trasgresor para devolverle el poder y pagados todos por un golpista histórico que cultiva las amistades más abyectas y forajidas del planeta quien, para nuestro bochorno, resulta ser el presidente de Venezuela.
No estaría mal esforzarse en leer correctamente lo que ocurre en Honduras. Es lo que tocará a quienes pretendan sacudirse a un dictador. La soberanía, la autodeterminación de los pueblos, el imperio de la Ley... ¿a quién le importa?. Los nuevos marines están al acecho y pueden abalanzarse sobre cualquier Constitución, sin disparar un tiro y aún, disfrazar todo eso de un acto justiciero. El pueblo de Honduras no importa. Las instituciones hondureñas no importan. Los poderes hondureños no importan. Avanza la conspiración de los nuevos marines, a la cabeza de los cuales se coloca el siempre aspirante a recuperar el imperio perdido, Brasil. Detrás -con todo el control que esa posición implica- los Estados Unidos y a su lado derecho, sin disimulos que arrojen dudas, el socio capitalista, la Venezuela de Chávez. Porque nosotros, los venezolanos, estamos con los hondureños y su desigual, pero valiente lucha. Es la batalla de la dignidad contra la impudicia.-
Macky Arenas
Socióloga y periodista
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